A Bernardina Romero Ortega

 

Ricardo Flores Cuevas

Coordinación de Extensión, Vinculación y Desarrollo Social

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I

Santa Cruz Acalpixcan es un pueblo ubicado en la Alcaldía Xochimilco de la Ciudad de México. Sus orígenes se remontan a tiempos anteriores a la fundación de Tenochtitlan. 

El paisaje de Acalpixcan contó con dos entornos de importancia paralela: el lago y el cerro. Probablemente, en un primer momento, el apogeo de esta comunidad fue el escenario principal de los distintos cerros del pueblo; después, el lago ganó terreno con el esplendor de las chinampas (parcelas construidas en el agua).

Al tratarse de un pueblo lacustre y cerril, Acalpixcan ganó un lugar especial en la cuenca de México sobre todo en términos geopolíticos ya que considero que fungió como una zona de transición entre la chinampaneca (zona chinampera, lacustre) con los cerros que comunican con Tierra Caliente (actual estado de Morelos).

II

En las faldas del cerro de Cuahilama, entre los distintos vestigios arqueológicos que dan cuenta de un impecable trabajo en piedra de los antiguos artistas de Acalpixcan, hay una que ocupará mi atención en este texto. Se trata de una piedra-mapa.

               

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Fotografía de Ricardo Flores Cuevas (enero 2024)

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Piedra-mapa de Acalpixcan

                 

Sobre esta piedra-mapa se han elaborado diversas interpretaciones. El arqueólogo Rafael Zimbrón Romero realizó un estado de la cuestión sobre lo que diversos estudiosos han dicho sobre esta piedra, las cuales presento a continuación: Ángel Palerm la consideró “una maqueta de las obras hidráulicas con sus terrazas agrícolas”; José González González, profesor originario de Acalpixcan, consideró que los orificios de la piedra-mapa representan las pocitas atecachtli (depósito pétreo de agua); ya que éstas representaban “[...] la forma de producción basada en los retenes de agua para conformar las terrazas […]”. Mientras que para Johana Broda “se trata del diseño de terrazas agrícolas y la piedra donde se labró empinados Cerritos terraceados”; el propio Rafael Zimbrón, considera que representa un “sistema hidráulico en miniatura” e incluso considera que “es la representación en miniatura del paisaje circundante idealizado del asentamiento productivo indígena [...]” (Zimbrón, 2020, pp. 48-50).

En este último sentido, Zimbrón coincide con la historiadora del arte, Alessandra Russo, quien interpretó a la piedra-mapa de la siguiente manera: los “puntos, líneas y escaleras esculpidos en la piedra dibujan tal vez, el paisaje geográfico de los alrededores, incluyendo cursos de agua, habitaciones, caminos y edificios sagrados. Son convenciones cartográficas que cuentan con una iconografía relativamente esencial de las formas […]”. En conclusión, para Russo “constituyen verdaderos planos cartográficos” (Russo, 2005, pp. 70-71).

De las interpretaciones anteriores, podemos destacar que varias de ellas coinciden en que la piedra-mapa de Acalpixcan representa:

  • Obras hidráulicas para la captación de agua
  • Un sistema hidráulico
  • El paisaje geográfico

En esta piedra-mapa “se han reconocido 56 ojos de agua, 8 edificios con sus escalinatas y los caminos que los conectaban” (Campos, 2021, p. 61). Retomando la apreciación de Russo sobre que esta piedra sea un verdadero plano cartográfico, el conteo de ojos de agua marcados nos da una idea del entorno lacustre en la región de Acalpixcan, pues nos motiva a imaginar la cantidad de agua que surgía en más de medio centenar de manantiales a las faldas de los cerros de la región. He aquí la importancia (ritual, administrativa y geopolítica) del control de estos cerros y cuerpos lacustres.

III

Es en este contexto, el nombre del pueblo donde se encontró esta piedra-mapa adquiere relevancia: Acalpixcan. Para adentrarnos en la búsqueda del significado de esta palabra náhuatl, es necesario considerar el caso particular de los calpixque. Ellos fueron los funcionarios encargados de “cuidar que el flujo de los tributos fuera correcto y que entre su recolección en las provincias sujetas al señorío [de Tenochtitlan] y el palacio del tlahtoani no hubiera contratiempo alguno” (Romero, 2023, p. 121).

Calpixque es una palabra náhuatl y en español significa literalmente “el que cuida de la casa”, pero no como vigilante, sino en el sentido de “administrar”; pues los calpixque eran los “encargados de llevar cuenta exacta de los productos que las provincias sujetas debían pagar al señorío” (Romero, 2023, p. 121).

Considerando lo anterior, es pertinente considerar que Acalpixcan sea “lugar de los acalpixque”. La pregunta que surge es: ¿quiénes eran los acalpixque?, propongo que ellos fueron los administradores encargados de la recolección de tributos tanto de los pueblos de la chinampaneca (lacustres) como de los que llegaban a comerciar a esta región provenientes de Tierra caliente. Por lo cual, al pueblo encargado de esta labor se le denominó: Acalpixcan.

IV

La piedra-mapa que hemos analizado da cuenta del registro de los abundantes cuerpos de agua externos que había en las faldas de los cerros de la región de Acalpixcan. Fue esa agua la que alentó el desarrollo de una cultura lacustre-cerril durante siglos, hasta que en el año de 1898 la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas del gobierno de Porfirio Díaz creó la Comisión Hidrográfica de los Estados Unidos Mexicanos, una de cuyas secciones quedó constituida por la Comisión Hidrográfica del Valle de México. Esta comisión exploró con mucho cuidado la cuenca alimenticia de los manantiales de Xochimilco. (Marroquín, 1914, p. 16)

Para estos años el centro de la Ciudad de México crecía tanto en infraestructura urbana como en número de habitantes que demandaban de 1,700 litros de agua por segundo.

Ante esta necesidad, en 1902 el ayuntamiento en la Ciudad de México se dirigió a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, preguntando si la Secretaría encontraba inconvenientes en concederle el uso de los manantiales de Xochimilco para el abastecimiento de agua a la capital. La respuesta fue favorable para el ayuntamiento y se formó una comisión que ejecutó una obra para poder aislar las corrientes de los manantiales de los pueblos de Nativitas, Santa Cruz Acalpixcan, San Gregorio Atlapulco y San Luis Tlaxialtemalco, y poder hacer un “aforo” de dichas aguas (Marroquín, 1914, p. 18).

Un año después, en 1903, los ingenieros encargados de esas obras se dieron cuenta de la importancia de las aguas que se podían recoger en “la comarca de Santa Cruz”.

V

Los técnicos aseguraron que las aguas de los manantiales de La Noria, Nativitas, Quetzalapa y Santa Cruz, en conjunto, superaban los 1,700 litros de agua por segundo requeridos y aseguraban que esa agua sería suficiente para abastecer al centro de la Ciudad de México por tiempo indefinido. E incluso, fueron más optimistas al asegurar que se tenían más yacimientos de agua como excedentes en los manantiales de San Luis, San Gregorio y San Jerónimo; además de otros manantiales fuera de Xochimilco, como los que se hallaron en Chalco, Ixtapaluca y Culhuacán (Marroquín, 1914, p. 19).

Y es que los yacimientos de agua localizados fueron para alegrarse. Solo en el manantial de Nativitas se encontró un receptáculo subterráneo, envuelto en lava petrificada, de ¡ocho millones de metros cuadrados de agua! (Marroquín, 1914, p. 21).

Los encargados de esta comisión concluyeron, con optimismo, lo siguiente:

El conocimiento de estas grandes reservas de agua subterránea es de grande importancia para el porvenir de la provisión de aguas de la Ciudad de México, porque contando con esos grandes depósitos subterráneos, cuyas aguas no se pueden contaminar, se está asegurando de tener siempre el agua que se necesite aún en los años de escasas lluvias. (Marroquín, 1914, p. 21).

VI

Los técnicos trataron de encontrar un receptáculo similar en Acalpixcan, pues Nativitas se encuentra a un lado. Pero no fue tan fácil, tuvieron que perforar 14 metros de profundidad sin lograr obtener grandes volúmenes de agua. Decidieron no cavar más profundo, pues se correría el riesgo de que las aguas superficiales del lago contaminaran a las aguas subterráneas. Por lo que se procedió a captar el agua en la superficie, es decir, “en el lugar mismo de los manantiales” (Marroquín, 1914, p. 21).

En 1904 se realizaron más estudios para confirmar la viabilidad de tomar las aguas de las "numerosas bocas de salida de agua cuyo conjunto es el que se conoce con el nombre de manantiales de Santa Cruz” (Marroquín, 1914, pp. 22-23).

Al confirmarse dicha viabilidad, se construyó sobre los seis manantiales de Santa Cruz una planta de bombas de agua que sustraía de ellos cerca de 700 litros de agua por segundo (Marroquín, 1914, pp. 22-25), agua que fue canalizada al acueducto construido exprofeso para llevarse el agua de los pueblos de Xochimilco a la colonia Condesa (Legorreta, 2006, p. 69).

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Planta de bombas sobre los manantiales de Santa Cruz (Marroquín y Rivera, 1914)

A Santa Cruz Acalpixcan sólo le quedó un manantial que no fuera entubado: el del barrio de Tetitla. Bernardina Romero Ortega recuerda la fuerza con la que brotaba el agua y con nostalgia narra que podían tomar el agua directamente de él, así como cuando las mujeres se reunían para lavar su ropa y cuya agua también fue la que alimentó a la zona chinampera de la comunidad.

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Mujeres lavando en el manantial de Tetitla (Marroquín y Rivera, 1914)

 

El manantial de Tetitla dejó de proveer de agua hace ya más de cinco décadas y hoy hay unos lavaderos públicos en su lugar. En cuanto a la planta de bombas construida sobre los seis manantiales de Santa Cruz, en noviembre de 1985 (año del terremoto) pasó a ser el Museo Arqueológico de Xochimilco; el cual paradójicamente cerró sus puertas indefinidamente a raíz del terremoto de septiembre de 2017 debido a que el edificio quedó dañado.

Con la pérdida del agua los habitantes de Santa Cruz Acalpixcan abandonaron el trabajo agrícola en las chinampas y en los cerros; y dio origen a la producción local de dulces cristalizados, oficio que les dio reconocimiento regional e incluso nacional. Varias familias salieron del pueblo a vender esos dulces artesanales a varias entidades de la República mexicana y muchas de ellas se afincaron fuera sólo para regresar al pueblo en los días de fiesta. De igual manera, la creciente Ciudad de México atrajo a la población rural de otros estados y varias familias se instalaron en Santa Cruz Acalpixcan, lo que configuró nuevas dinámicas sociales e identitarias.

Referencias

Broda, J. (1997). “El culto mexica de los cerros de la Cuenca de México: apuntes para la discusión sobre graniceros”. Graniceros: cosmovisión y meteorología indígena de Mesoamérica. Beatriz Albores y Johanna Broda (Coords.). El Colegio Mexiquense, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM.

Cuahilama (2021). Investigación y conservación de un sitio arqueológico en la Zona Patrimonio Mundial de Xochimilco. Juan Carlos Campos Varela (Coord.). Secretaría de Cultura, INAH.

Legorreta, J. (2006). El agua y la ciudad de México: de Tenochtitlán a la megalópolis del siglo XXI. UAM-Azcapotzalco.

Marroquín y Rivera, M. (1914). La Memoria Descriptiva de las Obras de Provisión de Aguas Potables para la Ciudad de México. Orden de la Junta Directiva México, Imprenta y Litografía Müller Hermanos-Indianilla.

Romero Galván, J. R. (2023). Introducción a la cultura náhuatl prehispánica. Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM.

Russo, A. (2005). El realismo circular. Tierras, espacios y paisajes de la cartografía indígena novohispana. Siglos XVI – XVII. Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM.

Zimbrón Romero, J. R. (2020). Guía para la visita a los sitios xochimilcas de Cuahilama y Xilotepec. SEDEMA-Gobierno de la Ciudad de México.