art01 01

A la hora de elegir una carrera, muy seguramente las opciones mentales que están en nuestro imaginario no son plenamente nuestras y pocas veces nos detenemos a reflexionar en ellas. Por ejemplo, nos llegan por cercanía, porque alguien a quien admiramos estudió tal o cual carrera o porque, sin más, hay una tendencia común y en boga en estudiar alguna carrera. Retrocedamos un poco en el tiempo. Por ahí de principios de los años 2000 hubo un par de carreras que mi cabeza púber, nunca las había escuchado, pero que ya se prefiguraban en el inconsciente colectivo como El futuro profesional: gastronomía y diseño gráfico. Quizás me equivoqué y ese inconsciente colectivo sólo estaba presente en una región particular del municipio de Tecámac, entre un sector social de la periferia.

 

Quizás no. De hecho, un lustro más tarde, en los trayectos a la preparatoria, en los anuncios espectaculares de la autopista México-Pachuca empezó a verse publicidad de universidades privadas de la región promocionando éstas y otras carreras. También las consideré. En ese tiempo no lo sabía, pero hoy, veinte años después es mucho más claro: elegir alguna de esas carreras, u otra, equivaldría a obtener un estatus social de respeto y, a futuro, un buen sueldo, lo que sea que eso significara. Profesión y sueldo. Dos cosas que en mi familia y en la comunidad en la que vivía en ese entonces, muy pocas personas tenían. El lugar en el que crecí es mayoritariamente obrero y fui de los primeros en mi familia en acceder a una educación superior. 

art01 02

Pero no me decanté ni por una ni por otra carrera. La razón es simple y viene del contexto del párrafo anterior. Estudiar alguna de las carreras de arriba representaba un lujo económico que mi familia no se podía dar. De hecho, mi presente sería muy distinto si no hubiese cursado mi educación superior en una universidad pública. 

Es cierto, también estuvieron como eco y sugerencia carreras que aún hoy tienen una gran demanda, pero que, en lo personal, no sentía gran afinidad hacia ellas: derecho, contaduría o administración. Justo estas son las que concentran el mayor número de egresados no sólo de la UnADM, sino de muchas universidades del país. Y más allá de la vocación y de los ideales personales que cada individuo persiga, ¿realmente es necesario que haya tantos egresados anuales de estas carreras? Si el fin es perseguir el ideal de justicia, apasionarse y desentrañar el laberinto de los números y el ejercicio de las cuentas claras, adelante. Si no, quizá ese no sea el camino. 

El proceso para elegir una carrera no es una acción sencilla, pero tampoco tiene por qué convertirse un camino largo y complicado. La elección de una carrera profesional es un proceso crucial e importante en la vida de cualquier individuo. Esta decisión no solo determina el rumbo de la vida laboral, sino que también influye en el bienestar y la satisfacción personal: y esto es vertebral para llevar y tener una buena vida.

Incluso, sus repercusiones alcanzan lo social, pues una mala elección trae como consecuencias no solo la insatisfacción personal y laboral, a largo plazo, sino que a corto causa deserción y abandono, lo que representa un impacto económico al Estado: cada alumno que deserta o cambia de carrera, además de truncarle la posibilidad de estudiar a alguien más, causa pérdidas económicas, según datos del Instituto Mexicano de Orientación Vocacional y Profesional “estudiar una licenciatura en alguna universidad pública le cuesta al país en promedio 120 mil pesos por alumno, monto que se eleva a más de 400 mil pesos en una escuela privada” (Venegas, 2022).

Es por ello que, ante la amplia gama de opciones educativas y profesionales disponibles, contar con una orientación vocacional adecuada se vuelve esencial. Eso sin contar con las dudas y presiones individuales. La orientación vocacional no es otra cosa que un proceso de aprendizaje que implica algo muy simple, pero complejo al mismo tiempo: autoconocernos e identificar nuestros intereses y objetivos de vida. Esto nos permitirá localizar aquellas carreras que se adaptan mejor a nuestra forma de ser, lo cual es esencial para que la labor académica (es decir, la asistencia, las tareas de investigación, las lecturas o la atención), no se vuelva una tortura: no hay cosa más desgastante que hacer algo que va en contra de nosotros mismos.  

Lo digo de otro modo: escoge tu carrera en función de lo que a ti te gusta hacer o saber porque si tu motivación por elegir tal o cual profesión se basa en una ensoñación económica, un supuesto prestigio o la presión de padres, deberías detenerte un poco y conversar contigo mismo, pues estos son los principales errores a la hora de elegir una carrera. La orientación vocacional es una guía, un recurso que te permite conocerte mejor para que elijas la opción que mejor se alinee a tus gustos e intereses.

Hay cinco puntos de los que puedes partir, si es que aún no sabes bien qué elegir, aunque igualmente funcionan para aquellos más decididos: conocer más te hace decidir mejor.

art01_03.jpg

 

  1. Identifica tus intereses y habilidades. Este es un aspecto fundamental en la orientación vocacional de cada individuo: ¿qué te gusta hacer? ¿Para qué eres buena o bueno? Eso que te gusta, ¿se puede desarrollar y profesionalizar en alguna carrera? Si aún no estás seguro, no te preocupes, este conocimiento se puede lograr mediante la utilización de diversas herramientas, como pruebas psicométricas y cuestionarios de personalidad como https://www.16personalities.com/es/test-de-personalidad Estas evaluaciones te ayudan a obtener una comprensión más profunda sobre ti. 
  2. Explora opciones educativas y profesionales. Una vez que has identificado tus intereses y habilidades, llega el momento de explorar las diferentes opciones educativas y profesionales que tienes disponibles. Esto implica investigar para acercarse a la información detallada sobre las carreras: ¿Dónde se imparte? ¿Tiene algún costo la matrícula? ¿Cuánto es el gasto promedio de la carrera? ¿Qué requisitos académicos tiene? ¿Cuál es el mercado laboral? Entre otras preguntas que pudieran surgir. 
  3. Toma de decisiones informadas. Esto implica considerar no solo tus intereses y habilidades, sino también tus valores personales, las metas a largo plazo y las tendencias del mercado laboral.
  4. Adaptación y actualización. Es importante destacar que la orientación vocacional no es un proceso lineal y estático. A lo largo de la vida, los intereses, habilidades y valores pueden cambiar, y las condiciones del mercado laboral también evolucionan. Por lo tanto, la orientación vocacional debe ser un proceso adaptativo y en constante actualización, que acompaña a las personas en diferentes etapas de su desarrollo profesional.
  5. Tómate tu tiempo. Estudiar y graduarse de una carrera es un camino largo y gratificante, cuando se hace con gusto. Detenerse y pensar en las opciones que hay es necesario. No te agobies, no decidas con premura y escúchate. Muchos confundimos los conceptos de vocación, carrera y trabajo, pensando que son lo mismo. Sin embargo, no es así. La vocación va más allá de una carrera. Se refiere al interés que una persona siente en su interior para dedicarse a una determinada forma de vida. Poder alinear las tres, es el meollo de la vida adulta; elegir bien, el principio. 

 

Referencias 

“¿Qué es la orientación vocacional? Te lo digo en dos minutos.” [archivo de video], Orientación es Vocación, disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=hGGL1sA0H5k [consulta: junio de 2023].

 

Venegas, Patricia (31 de agosto de 2022). “El 40% de los jóvenes eligen mal su carrera”, en El Sol de Toluca, disponible en: https://elsoldetoluca.com.mx/local/eligen-mal-su-carrera-el-40-de-los-jovenes-alternativas-educativas-8351428.html [consulta: junio de 2023].