En cada uno de nosotros están presentes todos los seres humanos que se ha conocido en la vida. Alberto Constante 

Preámbulo

La escritura desempeña un papel significativo en el proceso de duelo pues proporciona una vía expresiva y terapéutica para aquellos que enfrentan la pérdida. Esta pérdida (la de un ser querido, como en el presente texto) puede desencadenar una gama compleja de emociones, desde la tristeza profunda hasta la confusión y la rabia. La expresión de estos sentimientos a través de la escritura ofrece un medio estructurado para explorar y procesar las experiencias emocionales asociadas con el duelo. Esto podría resultar de vital importancia en el procesamiento de la perdida y la consiguiente salud mental.

Escribir sobre la pérdida permite a las personas darle sentido a sus emociones, reflexionar sobre los recuerdos compartidos y encontrar maneras de honrar la memoria del ser querido. Además, la escritura facilita la creación de un relato personal sobre la pérdida, lo que puede contribuir a la construcción de significado en medio del dolor. Este acto creativo también ofrece un espacio privado y seguro para expresar emociones que a veces pueden resultar difíciles de compartir verbalmente.

Además, la escritura puede servir como un registro tangible de la experiencia de duelo, ya que permite a quienes lo experimentan dar seguimiento a su propio proceso de sanación a lo largo del tiempo. Se ha demostrado que la escritura terapéutica mejora la salud mental al proporcionar una salida constructiva para las emociones, promoviendo la autorreflexión y ayudando a las personas a encontrar consuelo en medio de la pérdida. La escritura, de esta manera, se convierte en una herramienta valiosa y sanadora que puede desempeñar un papel crucial en el viaje hacia la recuperación después de una pérdida significativa.

Equipo Editorial

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El proceso de luto es enfrentado de distintas maneras, pero lo cierto es que nadie quiere pasarlo. Al igual que todos, mi situación no es distinta pues jamás imaginé pasar por una pérdida así, pero hoy me doy cuenta que sorprendentemente fui preparada para este día.

A mitad del año 2023, la vida de mi familia dio un giro completo, casi paralizándolo todo. Fue un descontrol total que por poco nos fragmenta, todo a consecuencia de la enfermedad que atacaba a mi padre.

Mi padre era una persona de carácter fuerte, amoroso y un protector; además, siempre fue el más realista: “lo único que tenemos seguro en esta vida, es la muerte”, decía a menudo. Y esa realidad lo llevó a realizar, sin querer, los preparativos para el día en que le tocó despedirse. Creo que el más importante de esos preparativos fue mentalizarnos y hacernos fuertes.

En cada reunión mi padre era el que más hablaba, platicaba de tantas anécdotas que, aunque eran repetidas, para mí seguían siendo entretenidas y él jamás olvidaba hablar del día en que “le tocara perder”: era ahí cuando comentaba del lugar destinado a su última morada o sobre sus deseos de cómo ser tratado. Para mí ese tema era agobiante, no le prestaba interés, lo ignoraba y pensaba que estaba totalmente fuera de contexto.

Mi padre jamás tuvo miedo a morir y estoy segura que tampoco temió en sus últimas horas. Aunque no sé si llamarle miedo, pero sí era una tristeza para él pensar que lo olvidaríamos. Para él el sinónimo de olvido estaba ligado al entierro: dejarlo en una sepultura de arena que al transcurrir el tiempo no tuviera identificación y las personas lo pisaran, mientras que, en casa, no tuviéramos ninguna foto ni “luz” para él. Esto lo decía muy a pesar de contradecirse con sus propias creencias religiosas; pero esas imágenes sobre su partida eran en lo que él creía.

Vagamente recuerdo que un día le dije que evadía hablar del tema del día de su muerte porque “me duele pensar en eso y en cómo actuaré”. Hoy me doy cuenta que era una acción para evadir la realidad y que mi padre siempre tenía la razón, pues sin percatarnos sus acciones nos mentalizaron, nos dieron fuerza y a pesar del tiempo que transcurra sin él, seguiré aprendiendo y escuchando sus consejos y regaños.

Siempre tuvimos fe en que se levantaría de la habitación C106 y que regresaríamos juntos a casa; aún veía fuerte el cuerpo de mi padre a pesar de que poco a poco su movilidad se acababa y aún en contra de ello él nunca dejó de luchar. Aún no tengo las palabras para expresar la valentía que tuvo ese domingo y el aguante del malestar que expresó todo el tiempo. Aún me duele en el corazón y me seguirá doliendo, aún más me duele la impotencia, no solo mía sino la de toda la familia, al saber que nuestro ser amado está a punto de morir y que no podamos hacer nada por ayudarle ni siquiera para darle tranquilidad ni estar al lado suyo. En esos momentos hay una desesperación tan grande que tocas todas las puertas posibles en busca de ayuda, pero para tus sentimientos y moral es un golpe irreparable recibir negativas: te ignoran, hay un trato tan frío e inhumano que hasta sopesas el arrodillarte para que te hagan caso. Pero atado de manos, con la cabeza engrandecida y el corazón totalmente roto, solo queda esperar a que pase lo que tenga que pasar pidiendo con todas tus fuerzas a Dios o a tus creencias que su corazón deje de latir. Es tanta la vulnerabilidad que tenemos en esos momentos que un apretón de manos y cualquier palabra de apoyo lo agradeces infinitamente porque no hay forma para expresar lo que sientes por ser comprendido.

Esos eventos te desestabilizan, la salud emocional y mental se pierde quedando tu sola voluntad, pero mi padre nos dejó algo más: nos dejó fuerza. Y espero un día enfrentar mi muerte con la misma valentía y fuerza que él lo hizo. Mi salud emocional la iré recuperando, honrando su memoria, llevándolo conmigo y no olvidarlo, haciendo por él aquello que quería, cuidando todo lo que nos dejó y reparando lo que tenía pendiente.

Como hijos no entendemos muchas cosas, yo hoy puedo ver las situaciones desde otra perspectiva y con otras respuestas a las cosas. Anteriormente me reprochaba el por qué no cambié de residencia, por qué no cambié de trabajo y por qué simplemente no decidía sin pensar más de dos veces lo que me decía mi padre. Pero hoy puedo decirles que no cambiar de residencia me permitió compartir el tiempo con mi padre, el trabajo actual me permitió atenderlo y cuidarlo, y, considerar lo que él me decía lo hizo sentirse orgulloso y seguro de que enfrentaría la situación cómo él me lo enseñó.

De las últimas cosas que mi padre me dijo fue: “quiero que ustedes estén bien” y yo le aseguré que: “estamos bien y estaremos bien porque usted nos deja bien”. Sé que su mayor preocupación es mi madre y yo por eso tengo que estar fuerte para mi madre como él me enseñó. Él aceptó y abrazó a mi esposo sintiéndose complacido de que es un buen muchacho, que ve por mí y también por mi madre, así como él deseaba. Me reconforta un poco pensar que eso le haya dado tranquilidad a ese pendiente que tenía.

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Ahora pienso que fueron tonterías y tiempo perdido esas discusiones que tuve con mi padre por hechos en los que aseguraba que yo tenía razón y mi orgullo era más fuerte que las ganas de darle un beso y un abrazo. Al recordarlas solo muevo la cabeza de un lado a otro con los ojos llenos de lágrimas diciéndome: “y eso que decías que nunca te arrepentirías porque era algo en lo que tenías la razón”.

Mi padre, sin darnos cuenta, nos preparó para el día de su partida y aunque siempre evadíamos el tema, hoy siento esa fuerza, aunque no se pueda expresar, pero tampoco significa que evitaré pensar en mi padre o hablarle o llorarle; porque es mi forma de llevar el proceso de luto; para mí sigue en casa y para sentirlo cerca me dedicaré a valorar todo el esfuerzo que hizo para darnos lo mejor que pudo, tanto su amor como lo material.

Me llena mi corazón rendir homenaje a mi padre EMV al escribir este texto y de poder ayudar si alguien se identifica con algún aspecto de la historia al darle un consejo para procesar sus sentimientos y situaciones de la vida, pues la muerte de un ser amado nos impacta en nuestras actividades diarias, pero no debemos rendirnos, es bueno tomar unos días, apoyarse moral y sentimentalmente con la familia, tomar un tiempo para nosotros y entender el proceso que estamos pasando, lo que necesitamos hacer para aceptarlo, vivir con ello y seguir la vida lo más completa que se pueda.

Como último consejo les digo que evadir el tema de cuando nos toque partir de esta vida solo trae irrealidad, pues como decía mi padre: “lo único que tenemos seguro en esta vida, es la muerte”. Lo mejor que podemos hacer es aceptarlo con normalidad, prepararnos por nosotros y por nuestra familia.

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