Mauricio Betancourt
Toda revolución, todo movimiento que busca cambiar un sistema, termina por crear íconos, caudillos y mitologías. Pensemos en revoluciones del siglo XX: Lenin, Mao, Fidel, Mandela o el Che, por nombrar solo a algunos. Si bien de nuestra gesta revolucionaria surgieron grandes héroes como los hermanos Serdán, Felipe Ángeles, Pino Suárez, los hermanos Madero, los que se encuentran en la cima de nuestro Partenón son Pancho Villa y Emiliano Zapata.
Si alguien supo cómo hablarle al pueblo, fueron ellos. No debe sorprender, por lo tanto, que la gran mayoría de corridos, sones, novelas, relatos o pinturas versen sobre los generales. No podía de ser de otra manera. Fueron, me parece, los más congruentes y los de las ideologías más claras. Su discurso, límpido y directo, no buscó la sofisticación porfirista (que luego sería retomada por Venustiano Carranza), lo cual es uno de los motivos por los que los “ganadores de la Revolución” ―Carranza y Obregón―, apenas son recordados, cuando no vilipendiados por el pueblo.
Poco puedo agregar sobre la extensa documentación histórica de los caudillos: sus hazañas militares, sus aventuras y desventuras, las traiciones que padecieron. Mi propuesta es modesta: me quiero detener en su relación con el cinematógrafo, pues en una entrega anterior abordé el temael corrido de la Revolución, donde, como es de esperar, son figuras preponderantes.
No debe sorprender que Francisco Villa y Zapata hayan gozado de mucho mayor interés en el mundillo del cine que el resto de las figuras de ese pasado legendario. Villa y Zapata, tanto en el arte como en la literatura, la música o el cine, representan el arquetipo de la heroicidad.
Debo reconocer que Zapata ha recibido menos atención que el Centauro. Sugiero una hipótesis: Villa despierta mayor interés en parte por su personalidad, en parte por su ejército legendario, la llamada “División del Norte”, así como su guardia selecta ―los Dorados de Villa― y los personajes casi tan carismáticos como él mismo, que lo acompañaron: Fierro, Urbina, entre otros.
Quizá el motivo principal sea que Villa entendió los beneficios de la publicidad. Fue, a falta de mejor término, un rockstarde su época. Supera a Zapata, pero no por mucho. Curiosamente, el mejor film que se ha realizado sobre alguno de ellos es ¡Viva Zapata! (1952), por lo que Zapata ha tenido mejor suerte en la pantalla grande. Desde luego que tiene una filmografía nutrida: Emiliano Zapata (1970) de Felipe Cazals, con Antonio Aguilar en el papel principal y en la fallida Zapata: El sueño del héroe (2004) de Alfonso Arau, por mencionar algunas. En cuanto a Villa, su filmografía es extensa e interesante, sobre todo en el cine estadounidense: ¡Viva Villa! (1934), de Jack Conway, Howard Hawks, William A. Wellman (¡sí, tres directores!), considerada un verdadero clásico, que recibió varios reconocimientos; Villa Rides (1968), con YulBryner en el papel de Villa, bastante malita; y de HBO And Starring Pancho Villa as Himself (2003), con el español Antonio Banderas como el Centauro del Norte. ¿Y en el cine mexicano? Diría que la película más importante, ―la que buscó hacer un film serio, no estereotípico― fue ¡Vámonos con Pancho Villa! (1936) de Fernando de Fuentes, aunque el Centauro (como en una innumerable cantidad de películas) es un personaje secundario. Las más conocidas fueron las que Pedro Armendáriz (1912-1963) representó durante la llamada Época de Oro.
Apuntes sobre los tres filmes que considero más relevantes
¡Viva Zapata!
Dirigida por Elia Kazan (1909-2003), con guion del escritor John Steinbeck (1902-1968) ―autor de novelas como Of Mice and Men (1937) y The Grapes of Wrath (1939)― y con Marlon Brando (1924-2004) en el papel del Caudillo del Sur, es, para decirlo de forma breve, un auténtico clásico.
Además de sus virtudes artísticas, ―la dirección, la cinematografía y las acusaciones de Brando y Anthony Quinn (1915-2001), que ganó el Oscar como mejor actor de reparto―, es notable el esfuerzo por hacer un filme muy cercano a los hechos históricos. Steinbeck,siemprepreocupado por los derechos humanos, llevó a cabo una investigación profunda (es evidente la bibliografía que estudió) y entregó un guion de gran calidad.
La historia narra el camino que emprende Zapata en busca de justicia social para su pueblo, las luchas que enfrenta y las pugnas con las fuerzas políticas más interesadas en beneficios personales que en el bienestar colectivo. La película muestra cómo el poder político corrompe, incluso a quienes luchan por ideales nobles.
En suma, ¡Viva Zapata! no solo es un relato histórico, sino también una reflexión sobre la naturaleza del poder, la revolución y el precio de la integridad. La película destaca la tensión entre el idealismo y la realidad política, con un Zapata que termina convertidoen mártir de su propia causa.
Misrecomendaciones
And Starring Pancho Villa as Himself
Dirigida por el australiano Bruce Beresford (1940), con el español Antonio Banderas (1960) en el papel de Villa, es una película muy cuidada, con grandes actores, una cinematografía excelente y un sonido impecable (los ingenieros de sonido recibieron varios premios por su trabajo).
La película está basada en un hecho real: las negociaciones que Villa llevó a cabo con el director estadounidenseD. W. Griffith (1875-1948) para que filmara su vida y aventuras. El resultado fue TheLifeof General Villa (1914), un filme mudo del que solo quedan fragmentos dispersos.
La cinta retrata a Villa como un personaje complejo, sin caer en la caricatura ni en el estereotipo. Muestra tanto su brutalidad como su carisma, destacando su astucia para entender el poder del cine como herramienta de propaganda. Su relación con el periodista John Reed (Matt Day) refuerza esta dimensión multifacética del caudillo.
Más allá del retrato personal, la película ofrece una mirada crítica a la forma en que Hollywood participó en la construcción del mito villista. Se convierte en una reflexión sobre cómo la industria fílmica influye en la percepción de los hechos históricos, anticipando el papel de los medios en la guerra moderna, donde la imagen puede llegar a pesar más que la realidad.
Uno de los mayores aciertos del filme es su tono autorreferencial: se construye como una película sobre otra película, planteando preguntas sobre la objetividad, la manipulación narrativa y el control de la historia. En última instancia, muestra a Villa como un personaje que supo forjar su propio mito... y que también fue víctima de él.
¡Vámonos con Pancho Villa!(1936)
Aunque Pancho Villa no es el protagonista, esta película es fundamental dentro del cine mexicano y merece una atención especial.Dirigida por Fernando de Fuentes, es una de las películas más importantes del cine mexicano y una obra clave de la Época de Oro. Forma parte de su trilogía sobre la Revolución —la tercera y, posiblemente, la más lograda.
La película sigue a un grupo de seis hombres ―los "Leones de San Pablo"―que se unena las fuerzas de Pancho Villa (interpretado por Domingo Soler) para luchar en la Revolución. A medida que avanza la historia, su idealismo inicial se enfrenta a la crudeza del conflicto.Uno a uno, los personajes mueren, revelando el altocosto humano de la lucha revolucionaria.
El verdadero tema de la película es la desmitificación del ideal revolucionario. El propio Villa encarna tanto sus virtudes como los aspectos más controvertidos de su personalidad.
De Fuentes buscó hacer una película realista, no bucólica ni costumbrista. A diferencia de otras películas revolucionarias de la época, ¡Vámonos con Pancho Villa! evita el romanticismo y muestra la violencia y el desencanto de la guerra.
El final es considerado uno de los más dramáticos del cine mexicano, realmente conmovedor.Esta obra ha sido clave no solo para el cine nacional, sino que su tratamiento de la violencia y los personajes ambiguos ha influido en directores como Sergio Leone y Sam Peckinpah, lo que demuestra la importancia y el legado duradero de este clásico.
Un pilón
Pedro Armendáriz, uno de nuestros grandes actores e íconos, interpretó a Villa en varias películas, entre las más relevantes: Vuelve Pancho Villa (1950), Así era Pancho Villa (1957), Cuando ¡Viva Villa! es la muerte (1958), Pancho Villa y la Valentina (1960).
Estas películas, aunque poco históricas y más bien comedias, —hay que decirlo— son calidad cuestionable. Es una lástima, porque Pedro Armendáriz parecía estar hecho para interpretar al Centauro.
En suma, la presencia de Pancho Villa y Emiliano Zapata en el cine —ya sea mexicano o extranjero— no solo confirma su fuerza como símbolos revolucionarios, sino que revela cómo la narrativa visual ha contribuido a perpetuar (y a veces a distorsionar) su legado. Mientras Villa supo aprovechar la imagen para construir su propio mito, Zapata ha sido reivindicado desde el guion como una figura más introspectiva y trágica. Ambas representaciones dialogan con la historia, pero también con las necesidades ideológicas de cada época. El cine, en este sentido, no solo recrea la Revolución: la interpreta y la reescribe.