Carlos Augusto Sánchez Morales

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Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”

Anahi López Mendoza

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Egresada de la carrera en Psicología, Universidad Latina

Julián Rubén García Flores

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Estudiante de Psicología, UNAM

 

Es conocido por todos que los seres humanos tenemos una capacidad casi infinita para ajustarnos a cualquier circunstancia y bajo esa premisa, podemos desarrollar múltiples habilidades.

Esas habilidades tienen distintas clasificaciones y características, pero centraremos nuestra atención en las habilidades interpersonales, aquellas que conforman un rubro de cada vez mayor relevancia, pues juegan un papel fundamental en el éxito y bienestar de las personas. En algunos casos, cabe decir, estas han resultado tener una mayor importancia que otros indicadores que anteriormente se consideraban ingredientes principales para el desarrollo personal como el coeficiente intelectual, la flexibilidad o la comunicación, entre otras.

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A las habilidades interpersonales se les puede entender como aquellas que corresponden y responden a la interacción entre personas de un grupo, que pretende manejar aspectos conductuales, personales y de afrontamiento de situaciones conforme a las necesidades y circunstancias (Ramírez W. L, 2019). Algunas de las habilidades interpersonales más importantes mencionadas por Daniel Goleman (2009) incluyen: organizar grupos, negociar soluciones, conectar con los demás mediante la empatía y comprender las intenciones y motivaciones de las personas.

La importancia de este género de aptitudes se ha hecho patente y necesaria en distintos ámbitos como en el laboral. En este escenario, las relaciones interpersonales cobran relevancia debido a que el lugar de trabajo es concebido por algunos como una segunda casa, pues en éste se invierte gran parte del tiempo de nuestras vidas, tal y como se puede constatar en los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación en el tercer trimestre del 2022, la cual indica que por lo menos 27 millones de personas en México, trabajan de 32 a 48 horas por semana (ENEO, 2022).

Lo anterior, evidentemente, implica una convivencia y colaboración constante, necesaria y definitiva con los integrantes del ámbito laboral, que puede estar orientada a un resultado positivo o negativo, dependiendo de la forma en la que se logren las relaciones entre las personas.

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Resulta claro que el ambiente laboral se apoya en la forma en la que las relaciones interpersonales operan, y en ese orden éstas pueden ser satisfactorias o, inversamente, propiciar la insatisfacción. Sin embargo, lo importante es que en ambos casos el resultado tendrá consecuencias trascendentales con los compañeros, entre otras posibles variables.

En el caso de una percepción favorable por parte de los empleados de un trabajo, su satisfacción hacia éste se manifiesta en un estado psicológico positivo y, por tanto, su experiencia provoca una actitud beneficiosa y de motivación hacia sus ocupaciones laborales.

De este modo, las buenas relaciones interpersonales son un aspecto fundamental en el trabajo, pues permiten a los integrantes de una organización comunicarse, crear soluciones y nuevas maneras de mejorar los procesos laborales.

En investigaciones realizadas, La Peña (2012), Vásquez (2015), Bejarano (2019) y Salazar (2018) afirman que las relaciones interpersonales positivas propician un buen ambiente laboral, lo cual se vincula con el planteamiento de Muñoz (2017) y Santos (2016), quienes entienden que un nivel regular de relaciones interpersonales representa una oportunidad de mejorar el desempeño laboral (Hancco, et al. 2021). Es decir, lo regular, no es suficiente para que el momento positivo se logre y los beneficios se vean reflejados en las relaciones interpersonales.

Es decir, si es que los trabajadores perciben un sentimiento de unidad y reconocimiento, esto les permitirá trabajar juntos con mayor efectividad para conseguir sus objetivos (Carmeli, Brueller y Dutton, 2009).

Es por ello que las habilidades interpersonales fungen como una base clara y fértil para la satisfacción personal y social. Estas son útiles y nos proveen de habilidades para cualquier ámbito en el que nos encontremos, de lo contrario, si carecemos de ellas el escenario muy probablemente se volverá incómodo e incluso, problemático.

También hay otro momento en el que la convivencia con otros seres humanos es clave para construir estas relaciones interpersonales: durante la educación o formación académica, pues como mencionan autores como Froebel, Montessori y Decroly, el ingreso a la educación inicial comienza a los 2 o 3 años antes de comenzar la primaria; y aproximadamente 30 años de nuestra vida la dedicamos a esta etapa de forma continua o discontinua, ya sea de forma presencial o remota.

Entonces es posible ver que la capacidad de las personas para desarrollar relaciones interpersonales positivas propicia un ambiente cómodo y saludable, y en un escenario ideal, pero también influirá crucialmente en el desarrollo de los estudiantes durante la formación.

Esto resulta claro, cuando se entiende que las relaciones sociales son parte inseparable de nuestra vida, y en ese orden, el contacto y convivencia con otras personas debería de concebirse como algo natural y orgánico, no como excepcional ni problemático.

Sin embargo, para que este cúmulo de ideas opere adecuadamente no debemos de omitir el entendimiento de que nuestra forma de afrontar o ajustarnos a la convivencia social descansa en los patrones sociales que se forman por la información o costumbres que recibimos de nuestros padres, familiares y amigos, así como de los demás ámbitos en los que nos desarrollemos, como el educativo o de formación. Desde ahí se fomenta la expresión de emociones, sentimientos y la afirmación de opiniones, es decir, nos forman para lograr una buena interacción social o, bien, dejarnos inermes, lo que nos genera dificultades de aprendizaje y déficits en el desarrollo cognitivo y emocional, entre otras cosas.

Como describe Demirdağ (2021), se ha encontrado que existe una relación entre las habilidades comunicativas de los estudiantes y sus niveles de motivación en el estudio. Considerando lo anterior debemos de entrenarnos en el manejo de estas habilidades pues con su conocimiento y entendimiento habrá un aumento en la capacidad de adaptación y empatía de los estudiantes (Yeganeh-Shamami, et al., 2015). Ambos aspectos apuntan a que las habilidades interpersonales forman parte de un núcleo de capacidades para la vida que permite a los estudiantes lidiar con los retos que afrontan, lo que fomenta una mejor autoestima (Esmaeilinasab et al., 2011). De este modo, las habilidades interpersonales constituyen un pilar fundamental del proceso educativo, sin el cual el aprovechamiento de sus años de formación puede verse mermado.

De esta suerte, el apartado de las habilidades interpersonales resalta nuevamente como una ventana de oportunidad, con beneficios previsibles dentro del ámbito educativo y el subsecuente ambiente laboral. Este deberá atenderse con particular atención en este nuevo momento, en el que el contacto interpersonal puede no ocurrir directamente sino a través de medios electrónicos.

La relevancia de las diversas aptitudes emocionales ha cobrado empuje desde que el panorama de la inteligencia se amplió más allá de considerar los aspectos puramente académicos (Gardner, 1994), para tornar la mirada a las aptitudes menos evidentes, pero de profundo impacto como la capacidad de regular las propias emociones y, como vimos en el presente texto, la capacidad de relacionarse efectivamente con otras personas. A partir de diversos hallazgos (Goleman, 2009), el papel de estas capacidades ha demostrado ser un mejor predictor del éxito escolar que la mera capacidad intelectual de los estudiantes.

Ante esta situación es posible concluir y entender la gran relevancia y el impacto que este tema tiene en nuestras vidas. De esa suerte sugerimos propiciar en todos los ámbitos, con énfasis en el laboral y el educativo, una comunicación sensible, solidaria y respetuosa con las personas con quienes nos relacionamos, pues esto promoverá un ambiente de generosidad, amabilidad y cordialidad que a la postrera traerá buenos resultados.

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Referencias

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Yeganeh-Shamami, L., Khosrojavid, M., & Hossein, A. (2015). The effectiveness of group communication skill training on the adjustment and empathy of students. International Journal of Behavioral Sciences, 9(2), 129-138

Uriarte Arciniega, J. D. (2005). EN LA TRANSICIÓN A LA EDAD ADULTA. LOS ADULTOS EMERGENTES. Revista INFAD de Psicología: International Journal of Developmental and Educational Psychology, 3(1), 145-160.