Vladimir Balderas Mondragón
Coordinación de Extensión, Vinculación y Desarrollo Social
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En un amanecer frío y sin estridencias, el tiempo se detuvo en los corazones de aquellos que llegaban a la ceremonia como quien asiste a la conquista de un sueño largamente forjado. Bajo el resguardo de los cálices virtuales y la solemnidad electrónica, estudiantes y familiares, administrativos y funcionarios, se dieron cita en la Segunda Ceremonia de Entrega de Títulos a Egresadas y Egresados de la Universidad Abierta y a Distancia de México, en las instalaciones del Centro SEP, en Avenida Universidad 1200. En ese espacio no hubo paredes ni ecos lejanos; en su lugar, existía un espacio vasto, intangible y entrañable donde cabían por igual las alegrías contenidas y el orgullo desbordado.
Esa mañana, la educación a distancia se reveló como un prodigio silencioso. En un mundo donde las geografías físicas separan, la tecnología ha tejido un puente invisible entre mentes y voluntades. Al otro lado de una pantalla, los rostros reflejaban el esfuerzo inquebrantable de quienes estudiaron entre jornadas de trabajo, hijos pequeños reclamando atención y noches iluminadas por el brillo tenue de un monitor. Cada estudiante llevaba consigo una historia. Cada historia era, a su vez, una gesta de resiliencia y esperanza.
El boletín universitario, como testigo silente de lo que allí se decía, enumeró cifras y logros, pero ¡qué fría suena la estadística cuando no se cuenta el fervor que late en los números! Fueron 1,920 los egresados que se dieron cita en las instalaciones de la SEP, pero hubo muchos dispersos por todo el país que celebraban su hazaña en conjunto. El esfuerzo colectivo, a menudo invisible, se hizo tangible en cada discurso y en cada palabra que resonó a través de la explanada del Centro SEP y mucho más allá con las transmisiones virtuales.
En un escenario dispuesto en forma circular, egresadas y egresados escucharon el mensaje de las autoridades y los invitados especiales, como Mario Delgado Carrillo, Secretario de Educación Pública, y Marlenne Johvana Mendoza González, Directora General de Universidades Tecnológicas y Politécnicas, en representación de Carmen Enedina Rodríguez Armenta Directora General de Educación Superior Universitaria Intercultural y Encargada del Despacho de la Subsecretaría de Educación Superior.
Por su parte, la rectora de la UnADM, Lilian Kravzov Appel, resaltó cinco secretos que han permitido a la UnADM ser una de las cinco universidades públicas más grandes del país, reconocida por la calidad y pertinencia de sus planes de estudios y calidad profesional de sus personas egresadas. Esos aspectos clave se centran en escuchar a su comunidad educativa, aprender a vivir en la diversidad, solicitar ayuda, aprovechar la tecnología en beneficio de la educación y en participar con responsabilidad, honestidad y respeto: “El futuro no está escrito, lo escribimos con las pequeñas y grandes decisiones que tomamos y acciones que realizamos. El futuro depende de aprender a escuchar, de vivir en la diversidad, de pedir ayuda, de ser selectivos con las tecnologías y de participar en un México inmerso en la mejora continua”, señaló la rectora.
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“Es el arma con la que los hombres y mujeres construimos nuestro futuro, aun cuando el mundo parezca conspirar contra nosotros.”
Fabían de Jesús Caballero Albores
Egresado de la Licenciatura en Derecho
Pero las intervenciones que sacudieron el alma vinieron de los propios egresados. Eran palabras sinceras, despojadas de ornamentos, pero cargadas de un poder abrumador. La voz del egresado de la Licenciatura en Derecho, Fabián de Jesús Caballero Albores, se elevó con el tono firme de quien ha conocido el sacrificio y la recompensa. Habló del tiempo ganado a las horas y del conocimiento que, como una herramienta recién afilada, había comenzado a transformar su vida y la de los suyos.
“La educación,” dijo, “es el arma con la que los hombres y mujeres construimos nuestro futuro, aun cuando el mundo parezca conspirar contra nosotros.” Aquella frase resonó con la misma fuerza que un trueno en el corazón de la selva. En el universo de los que egresan, la educación abierta y a distancia no era solo un método, es una declaración de guerra contra las circunstancias adversas.
Luego tomó la palabra la egresada de Ingeniería en Logística y Transporte, Mónica Ortiz Hernández, cuya voz se quebraba por momentos, no por debilidad, sino por la inmensidad del sentimiento que llevaba en el pecho. Habló de su madre, de cómo veía su reflejo en la mirada de sus hijos, de cómo el título que ahora ostentaba era el sueño de generaciones pasadas que no pudieron estudiar porque el hambre o la distancia se lo impidieron. En su voz, cada madre, cada padre, cada abuela que nunca pisó una universidad encontraba un eco de justicia.
El valor de la educación en el desarrollo humano se manifestó así, no en teorías o grandes discursos, sino en aquellas palabras llanas que sonaban como el susurro de un viento viejo que ha visto pasar los siglos. Era el recordatorio de que educarse no solo implica acumular saberes, sino también transformarse y, en ese proceso, transformar el mundo que nos rodea.
En los discursos y las miradas se leía algo más allá del éxito académico. Era el triunfo de lo cotidiano, de las pequeñas victorias diarias: la madrugada vencida, el examen aprobado entre lágrimas de cansancio, el hijo que duerme a los pies de la silla mientras la madre escribe su último ensayo. La educación a distancia, tan criticada por su aparente frialdad, resultó ser el ámbito donde la humanidad se mostraba en su máxima expresión de empatía y compromiso.
Al final de la ceremonia, las palabras dieron paso a los silencios. No eran silencios vacíos, sino llenos de una calma solemne y agradecida. Al otro lado de las pantallas, cada estudiante alzaba su diploma imaginario, mientras alguien, en un rincón de su hogar, secaba una lágrima con la misma mano que había encendido aquella computadora tantas veces. La educación había vencido otra batalla, y los nuevos profesionales saldrían al mundo con el pecho inflado de valor y el espíritu dispuesto a seguir aprendiendo.
Desde algún lugar del cielo virtual donde ahora habitan las memorias de aquellos que sueñan despiertos, la voz colectiva de los egresados repetía, una y otra vez, como un mantra: “Lo logramos.” Y en ese éxito, propio y compartido, quedaba grabado el testimonio de que la educación no tiene fronteras ni límites, sino un horizonte infinito donde se encuentran los que nunca dejan de luchar.
Revive la Ceremonia de Entrega de Títulos en el siguiente enlace: https://t.ly/xObLa