I
¿Por qué es importante la fotografía? ¿Qué hace que una imagen, una fotografía, se inserte en la memoria, no de un individuo sino de una colectividad? ¿Vale la pena seguir haciendo fotografías? Según Oscar Colorado, académico, crítico, analista y promotor de la fotografía, con motivo del 24º Encuentro Nacional de Fototecas, señaló en una de sus conferencias que “hay ocho mil millones de seres humanos en el planeta”. En este mismo espacio terrestre hay, sin embargo, “16 mil millones de smartphones; todos, al menos tienen dos cámaras”. Eso quiere decir que “hay 32 mil millones de cámaras”. Y señala: “solamente en lo que va de este año se han hecho un millón de millones de fotografías”.
La Fototeca Nacional de México, una de las instituciones más importantes del mundo en términos de acervo resguarda alrededor de un millón de fotografías: eso nos da una dimensión de la cantidad de imágenes que cada día se realizan. Este mismo año, por ejemplo, se han hecho más fotografías desde que Niépce, en 1927, lograra fijar una imagen por primera vez en una superficie fotosensible.
II
Werner Herzog, cercano a las historias que cuentan de algún modo nuestro principio humano, en 2010 escribió, dirigió y narró La cueva de los sueños olvidados, un documental sobre las pinturas rupestres de la Cueva de Chauvet, en Ardéche, Francia. ¿Qué pasó ahí? ¿Por qué la fascinación por unas pinturas en una cueva? ¿Por qué grabar un documental sobre algunos dibujos que alguien hace 32,000 años trazó en el muro de una cueva?
El documental, por supuesto, nos cuenta todo esto. En algún punto de la historia, debido a los cambios climáticos la cueva, se nos narra, fue poco a poco habitada por humanos prehistóricos. Una especialista dentro del documental describe al personaje-autor de la mayor parte de las pinturas rupestres, como un hombre de 1.80 metros de altura, que imagina, por los propios trazos, con un dedo meñique torcido en la mano derecha.
La cueva fue habitada hasta que en otro punto de la historia sufrió un derrumbe que clausuró la entrada y encapsuló el espacio, manteniéndolo intacto: ecos, pinturas, olores, huellas, humedades quedaron ahí hasta que fue descubierta accidentalmente en 1994 por un trío de espeleólogos: Éliette Brunel-Deschamps, Christian Hillaire y Jean-Marie Chauvet, de quien se tomó el nombre.
La cueva y lo que cuenta Herzog es un espejo y una ventana hacia nosotros mismos: estamos vivos porque nos contamos historias. Acaso desde siempre hemos querido transmitir nuestro asombro: cómo vemos y sentimos el mundo, qué épica nos atraviesa: nuestra o ajena. (Por eso la Ilíada, por eso la Odisea. Por eso Rulfo). Queremos mostrar nuestro mundo al mundo: lo lejano, lo común, lo desconocido, el juego. (Por eso Anni Albers, Lola Álvarez Bravo o Francis Alÿs). O bien, la historia que nos mantiene en vilo: por eso el corrido, lo pop y el chisme. Las historias y sus imágenes nos atraviesan: estamos hechos de ellas, no importa en qué soporte artístico se transmitan.
III
El 24 de agosto pasado se lanzó la segunda convocatoria de fotografía de esta casa de estudios: Miradas UnADM. Para presentarla se dieron cita: Tania Velasco Ramírez, fotógrafa e integrante de la Coordinación de Extensión, Vinculación y Desarrollo Social; Iván Marín Rodríguez, coordinador de la misma dirección; y la rectora Lilian Kravzov Appel quien señaló el porqué de esta convocatoria que no es otra cosa que el afán de “mostrar la diversidad de nuestra comunidad, la diversidad en edades, la diversidad cultural, la diversidad profesional, en experiencia de vida, o la diversidad en la oferta educativa que tiene nuestra universidad”.
Por su parte, Iván Marín señaló la importancia de “visibilizar el modelo abierto y a distancia desde los contextos particulares de toda la comunidad”, por ello enfatizó en que en esta convocatoria caben y son bienvenidas todas las imágenes de cualquier sitio UnADM: estudiantes, egresados, docentes o administrativos.
IV
La fotografía importa porque es memoria, porque nos cuenta algo sobre un tiempo donde las cosas eran o se hacían de manera distinta: “Mira, en ese tiempo todo se hacía por computadora”, “Eso era un fax”, “A ese rollo le cabían 36 fotos”. La fotografía es importante porque es un vehículo de los afectos y de las emociones, de la pertenencia filial: “Este era tu abuelo de joven”, “Aquí tenías tres años”, “Yo quise mucho a ese novio”. Nos muestra que la belleza está en lo cotidiano, no únicamente donde hay brillo. Ilustra, nos transporta a otros paisajes, nos enseña que la vida es diversa, asombrosa, común.
Más allá de premiar y valorar las mejores imágenes, o de estimular e impulsar las miradas más sensibles de nuestra universidad, la importancia de esta convocatoria consiste en enriquecer y mostrar la diversidad que nos conforma. Es también construir un acervo: ilustrativo, emotivo hecho por y para la comunidad UnADM. Es decir, conformar la memoria comunitaria de la Universidad Abierta y a Distancia de México.
Es por ello por lo que resulta importante y trascendente tu participación. Dentro de esos millares de imágenes que se producen diariamente, nos interesa que tú –tal y como alguna vez lo hizo el hombre de la cueva–, participes para que nos muestres desde dónde estudias, cuál es tu proyecto terminal, a qué trabajo te llevó la UnADM, o si eres docente o administrativo; es decir, que esa fotografía que envíes nos cuente algo sobre ti como miembro de esta gran comunidad. La memoria siempre es colectiva: ayúdanos a conformarla.
La convocatoria completa la puedes consultar en: https://unadmexico.mx/miradasunadm/