Jonathan Torres Hernández
Maestro de Promoción para la Salud en la Universidad Abierta y a Distancia de México
Doctor en Psicología y Psicoterapeuta de Trauma Psicológico
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Introducción
La adolescencia, como otras etapas en la vida del ser humano, conlleva a una serie de desafíos y retos, tanto para quien transita por ella como para aquellos que la rodean. Lo anterior no solo hace referencia a la multitud de cambios físicos o biológicos que son inherentes sino que, además, es particularmente evidente en la transformación a nivel psicológico y emocional que suelen experimentar la gran mayoría de los individuos.
La pregunta que se plantea como título del presente texto, quizás no tenga una única respuesta. Aquellos que nos proponemos a aportar algo de conocimiento al respecto, partimos usualmente de nuestra propia experiencia, ya sea nivel personal o profesional. Por lo que dada la diversidad de posibilidades, es difícil que, a pesar de los esfuerzos e intención de dar una respuesta, lleguemos a un consenso claro al respecto. No obstante, es importante señalar que este ejercicio es, además de útil, pertinente y relevante, más aún si consideramos la realidad que reflejan los datos estadísticos de nuestra sociedad, en donde la pirámide de población evidencia un aumento de población adolescente en México, que representa el 23.5 % de la población total en el año 2023 (INEGI, 2024).
La vivencia del adolescente
La opinión que aquí se comparte proviene de la experiencia laboral de casi dos décadas de trabajo con adolescentes desde el nivel educativo y vocacional, por un lado; y en los últimos cinco años desde el ámbito psicológico, por otro. Y en este periodo de tiempo, he coincidido con adolescentes de diversos estratos sociales, de los diferentes sexos, edades y de gran parte del espectro de la diversidad sexogenérica. Por lo anterior, cuento con un amplio bagaje de experiencia en materia de las distintas problemáticas que experimenta este grupo poblacional. Esto no representa la totalidad de la población, pero estas vivencias me han otorgado un bagaje experiencial suficiente para poder emitir una opinión fundamentada.
Asimismo, es importante recordar que la adolescencia es fenómeno cultural de transición y no un estadio biológico como la pubertad, hecho probado por la antropóloga Margaret Mead en su estudio Adolescencia y cultura en Samoa (1967). Además, la adolescencia, cuenta con rangos de edades más o menos consensuados, de 10 a 19 años de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2024), personas fuera de este rango pueden estar transitando por la adolescencia. Sin embargo, el desarrollo de este concepto no es el propósito del presente texto, sirva esta nota aclaratoria de referencia para contextualizar.
Durante estos años, he podido observar que existen diversas áreas que generan conflicto en el desarrollo de los adolescentes y su transición a la siguiente etapa de desarrollo evolutivo. Así como en su inmediata y futura integración, pero todas ellas a pesar de su diversidad, cuentan con un punto de convergencia: esto es, una deficiente y en muchos casos, ausente comprensión del significado de la adolescencia como estadio, tanto para quienes ahora son adultos, como para los que transitan por esta etapa. Esto conlleva a diversos problemas entre los que destacan una deficiente comunicación, estigmatización de las conductas exhibidas, menoscabo de su identidad, distanciamiento con aquellos que les rodean y un consecuentemente desarrollo de problemas de adaptación en las personas adolescentes. Todo ello representa una fuente de obstáculos que dificultan, en primera instancia, la adaptación a este periodo y, consecuentemente, la superación de la etapa que define Erikson como “Identidad vs confusión de roles” (en Erikson, 1998; en Bordignon, 2005), que no es otra que la propia adolescencia.
Una expresión de esto, son los denominados adolescentes “problemáticos”, personas que exhiben características como aislamiento, bajo rendimiento escolar, problemas asociados a la autoestima, o quienes, a pesar del tiempo, no acaban de integrarse a su papel en la familia, la sociedad incluso con sus pares; estas manifestaciones pueden expresarse desde lo que se considera leve o transitorio, hasta rasgos prolongados en el tiempo y de intensidad significativa. Aunado a esto, nos enfrentamos a un nuevo contexto, en donde un gran porcentaje de la población de edades entre los 18 y 20 años, aun son dependientes económicos de sus padres o adultos a su cargo (IMJUVE, 2023).
Adultez emergente: los adultescentes
En ocasiones, no es infrecuente escuchar que adolescentes tardíos presenten algunas dificultades que impiden su integración al campo laboral, lo que demora aún más la posibilidad de independencia y autonomía hasta cercanos los treinta años. Esta extensión de la adolescencia se conoce como adultescencia. Dentro de este concepto se agrupan a personas quienes “son cronológicamente adultos, pero que se han extendido en el proceso que conocemos como adolescencia, lo que los hace económica y emocionalmente dependientes” (Levisky, 1998; en Penna & Araujo, 2021).
Es importante señalar que este concepto aún está en desarrollo, es posible identificar en la propuesta muchas de las manifestaciones asociadas en jóvenes mayores a los veinte años y hasta inicios de sus treintas. Además, las características como los problemas de comunicación, la incapacidad de integración a los roles y las demandas sociales y familiares se mantienen; lo que se complementa con posibles faltas en el desarrollo de adecuadas formas de afrontamiento y resolución de conflictos, que son esperadas en personas que cronológicamente inician la etapa adulta. Todo ello se vive a diario en nuestras sociedades en la que observamos jóvenes dependientes y desocupados, y adultos mayores que prolongan su rol de proveedores. Aunque es cierto que no es el único factor ya que existen otros elementos de peso, como las crisis económicas globales y nacionales, o los cambios culturales, por mencionar algunos, por tanto, es evidente que la adolescencia sea una etapa que requiere atención y comprensión.
Como se planteó en un inicio, no hay una única respuesta ante todo esto, y parece ser que la adolescencia, de por si compleja, ha evolucionado. No obstante, en el abordaje desde los ámbitos educativo y de la salud, se reconoce que una de las constantes en las problemáticas adolescentes y sus posibilidades de extensión en el tiempo se asocian a la incomprensión de la adolescencia como un proceso que requiere atención e intervención de todos los involucrados adolescentes y quienes les rodean. Quien la experimenta, debe reconocer que requiere adaptarse, y que, si bien es una etapa de incertidumbre, no están solos, aunque en ocasiones así se perciban.
Los adultos que les rodean, y que parecen haber olvidado sus propias vivencias adolescentes, admiten que existe la posibilidad de implementar estrategias derivadas no solo del anecdotario o de los recuerdos sesgados de nuestra propia adolescencia, sino proporcionadas por profesionales de las distintas áreas que les permitan apoyar a sus adolescentes en este periodo de transición. Por lo que es válido afirmar que el adolescente adolece de la propia adolescencia, y además con la posibilidad de la presencia de dificultades añadidas, tales como el propio temperamento, el contexto, el modelado de los adultos a su cargo y algunos otros factores como el desconocimiento de los fenómenos presentes e inherentes a esta compleja, pero al mismo tiempo maravillosa etapa de la vida.
Conclusión
Considero que gran parte de las “quejas”, “motivos de consulta” y en general “dolencias” de los adolescentes, podrían disminuirse mediante un abordaje que pugnara, en primera instancia, por una conceptualización empática e integral de la adolescencia, como se sugiere en el texto de 1997, Life skills for Children and Adolescents in School, publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1997). En segunda instancia, la socialización de esta concepción a la sociedad en general, mediante diversos canales, pero principalmente aquellos que tengan mayor impacto desde lo educativo, como lo social. Para terminar, la elaboración de intervenciones o programas para fortalecer todas las áreas de oportunidad en su desarrollo, tales como asertividad, habilidades comunicativas, habilidades sociales, habilidades para la vida, en paralelo con manejo de ansiedad (propia de esta etapa), regulación emocional y psicoeducación (CASEL, 2020).
Finalmente, es fundamental que los profesionales a cargo del trabajo adolescente tengan una adecuada formación para lograr los objetivos referidos, esta se beneficiaría en primera instancia del reconocimiento de los propios límites, prejuicios y aptitudes hacia este grupo poblacional. Y a partir de ello, iniciar un proceso de preparación integral profesional que permita enriquecer la experiencia de trabajo, pero más importante aún, que beneficie a los adolescentes. Sin duda la adolescencia es un tema muy amplio, y tiene muchas vertientes, pero también es un área de trabajo realmente satisfactoria, pues es en ella donde los futuros adultos terminan de formar el carácter que exhibirán en las próximas etapas de su vida.
Referencias
Bordignon, N. (2005). El desarrollo psicosocial de Erik Erikson. El diagrama epigenético del adulto. Revista Lasallista de Investigación, 2(2), 50-63.
CASEL (Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning). (2020). SEL framework: Social and emotional learning competencies. https://casel.org/
Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE). (2023).
Situación de las personas jóvenes en México: análisis y perspectivas. https://www.imjuventud.gob.mx
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
(2023). Censo de Población y Vivienda 2020: Distribución de la población joven. https://www.inegi.org.mx
Mead, M. (1967). Adolescencia y cultura en Samoa. Fondo de Cultura Económica.
Organización Mundial de la Salud (OMS). (1997). Life skills education for children and adolescents in schools. https://www.who.int
Penna, E. M. D., Araujo, F., & Rodrigues, R. S. (2021). Adolescencia: El camino a la madurez en el mundo contemporáneo. Junguiana, 39(1), 167-178.
https://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0103-08252021000100010&lng=pt&tlng=
World Health Organization. (2024). Adolescent health. https://www.who.int/es/health-topics/adolescent-health#tab=tab_1